En Chile, la edad promedio de jubilación entre los hombres es a los 66,2 años, mientras que las mujeres lo hacen, en promedio, a los 64, 6 años; uno y cuatro años más tarde, respectivamente, de lo que indica la ley.

Sin embargo, más allá de las formalidades, el cese de la actividad laboral tiene varias implicancias a nivel social y emocional, sobre todo para quienes se arman a partir de la producción, de la experiencia de sentirse útiles.

No es raro, entonces, ver a personas recién jubiladas que cursen síntomas ansioso-depresivos, o una depresión. Por lo general, son más vulnerables aquellos que se definen a través del trabajo, es decir, desde su rol productivo; y aquellas que han tenido previamente una depresión.

Por eso, resulta fundamental buscar espacios de distracción y re organizar los tiempos, que antes se le  dedicaba a la actividad laboral. Algunas recomendaciones son:

• Organizar el horario según deseos y motivaciones.
• Inscribirse en un curso o taller que de interés.
• Realizar el viaje que, por una u otra razón, tuvo que postergar.
• Buscar nuevos intereses o habilidades.
• Dedicar tiempo a su familia y amigos.

El tiempo de "ocio", que pueden ser minutos u horas, sirve para descansar, reflexionar y planificar, a fin de llegar a un punto de equilibrio entre lo que se quiere y lo que se puede hacer. Es un buen hábito personal para esta etapa y debe ser respetado por la persona y por toda su familia.
 
¿Trabajar después de jubilar?
Actualmente, una persona de esa edad (y más) aún está mentalmente activa y saludable. De hecho, por el aumento de la esperanza de vida, puede vivir de 10 a 20 años más después de retirarse del trabajo formal.

Por eso, es recomendable buscar algún tipo de actividad que mantenga la mente activa. Esto puede ser desde un trabajo remunerado, con jornada variables, según la motivación y disponibilidad; hasta un voluntariado.

*Este artículo fue realizado con la colaboración de la Dra. Carolina Montiel, psiquiatra de Clínica Alemana.